TÍTULO: EN PRIMERA LÍNEA Lorrie Moore
Lorrie Moore-foto- nació el
13 de enero de
1957 en Glens Falls (
Nueva York). Se educó en la universidad de
Lawrence y la
Universidad Cornell y actualmente trabaja como profesora en la
Universidad de Wisconsin en el Departamento de Inglés.

Autora de libros de cuentos y novelas, Lorrie Moore se caracteriza
por sus historias de un humor irónico e inteligente, y sus personajes
vívidamente caracterizados. Sus cuentos aparecen con frecuencia en
diversas revistas y han sido elegidos para la colección
The Best American Short Stories of the Year, y uno de ellos compilado en
The Best American Short Stories of the Century, editado por
John Updike y
Katrina Kenison. Su primer libro,
Self Help lo publicó a los 26 años de edad. También es autora de las colecciones de cuentos
Like Life,
Birds of America, y de las novelas
Annagrams y
Who Will Run the Frog Hospital.
Obras
Los libros de Lorrie Moore publicados en España son:
- Al pie de la escalera (Traducción de Francisco Domínguez Montero; Seix Barral, 2009)
- Pájaros de América (Traducción de María José Galilea Richard; Salamandra, 2003 Y QUINTETO, 2005)
- El hospital de ranas (Traducción de Libertad Aguilera y Gabriel Dols Gallardo; Salamandra, 2004)
- Como la vida misma (Traducción de Isabel Murillo Fort; Salamandra, 2003)
- Autoayuda (Traducción de Alejandro Pareja Rodríguez; Salamandra, 2002).
- El ayudante olvidado (Traducción de Patricia Nunes Martínez; Diagonal, 2001)
- Anagramas (Traducción de Benito Gómez Ibáñez; Anagrama, 1991)
- Ocells d'Amèrica ( EDICIONS 62, S.A., 2000)
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TÍTULO: Descubrir el talento,
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Estoy totalmente convencida de que todos y cada uno de nosotros tenemos talento para algo.
También lo estoy de que una persona que quiere llegar a serlo, a ser
persona, debe hacerse siempre el propósito de descubrir el suyo propio
para, acto seguido, no dejar de cultivarlo. El talento es el antídoto contra el gregarismo empobrecedor que existe en nuestro tiempo;
un tiempo que querría que fuéramos títeres dóciles, narcotizados por la
ilusión de ser libres y por la idea de que esta libertad únicamente se
manifiesta en la transgresión.
No tener obligaciones, no tener vínculos –se nos propone– es la mejor manera que tenemos para expresar la propia individualidad.
Pero es una sugerencia perversa, propia del flautista de Hamelín; una
insinuación que, en realidad, nos conduce a un angustioso callejón sin
salida. La banalización mercantil que impera en nuestros días
nos quiere hacer creer, sin ir más lejos, que el arte también es una
técnica, controlable y reproducible, y que el objetivo principal de esta técnica es hacer rico a quien la practica. Pero no es así.
En mi caso, encontrar el talento no fue fruto de un camino fácil.
Yo me creía destinada a las ciencias naturales (que siguen siendo, en
cualquier caso, mi gran pasión) o bien al cine, ya que fue viendo en
televisión la secuencia de la fusión de la campana de “Andrei Rublev”,
de Tarkovski, por lo que tuve la intuición de que mi destino sería
contar historias. Tenía 23 años cuando esto sucedió y, hasta ese
momento, seguía sin saber qué hacer respecto a mi futuro. También
arrastraba conmigo algún capítulo vital doloroso, una bajísima estima
de mis capacidades y una cabeza extravagante, incapaz de imaginar un
trabajo que pudiera encajar con mi personalidad. Y entonces, un
día de mayo de 1983, mientras cruzaba un puente de Roma, las palabras
empezaron a fluir en mi cabeza. Corrí a comprar un cuaderno a la
papelería y comencé a escribir. Han pasado más de 30 años desde entonces
y nunca he dejado de hacerlo.
De todos los talentos que existen, el arte es seguramente uno de los más indescifrables, de los más misteriosos.
Y el camino que conduce a su descubrimiento a menudo es difícil y
tormentoso, y se encuentra lleno de obstáculos casi insoportables. Pero
esto vale para cada aptitud en la vida. Para un atleta, para un
científico, para una persona que sencillamente decide dedicarse a los
demás. Porque el talento no es una realidad en sí misma sino algo que requiere esfuerzo, dedicación, constancia;
que, sobre todas las cosas, requiere la madurez de la persona en su
totalidad. Esa madurez que nos hace comprender que el sentido de la vida
del hombre se expresa solamente en el crecimiento interior y en la
relación fecunda con el otro.
P. D.: Todos tenemos un talento por descubrir.
Podemos estar hablando de artistas, de científicos o de personas
entregadas a los demás. Es nuestro talento –descubierto y cultivado– el
que nos libera del poder excesivo y alienante de esos medios de
comunicación que querrían anular nuestra singularidad.
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