lunes, 2 de septiembre de 2013

El Sancho Panza de Cupertino,./ Un banquete de la antigua Roma,.

TÍTULO: El Sancho Panza de Cupertino,.

Estreno cinematográfico

El biopic sobre Jobs que se estrena hoy en EE UU reserva un notable hueco para Wozniak, el gran olvidado de la fundación de Apple

Las leyendas engrandecen a unos, humillan a otros y en más de una ocasión condenan al ostracismo a protagonistas indispensables de la hazaña que relatan. No son pocos los que al evocar, por ejemplo, el pulso de acero y la puntería de Guillermo Tell olvidan que quien acabó sujetando la manzana sobre su cabeza fue su hijo. Con el desaparecido Steve Jobs pasa lo mismo. El mediático gobierno que ejerció en Apple configuró una poderosa imagen pública a caballo entre la realidad y la epopeya empresarial.
Su historia personal y los últimos éxitos de la factoría de Cupertino apartaron los focos de Steve Wozniak, un imprescindible de la fundación de Apple y en los primeros ingenios que se crearon bajo ese sello. Por ello no sería entendible que el libreto del 'biopic' sobre Steve Jobs que se estrena hoy en Estados Unidos -el próximo 20 de septiembre llegará a España- no reservase un importante hueco para este ingeniero de Santa Clara.
Como toda película que disecciona la figura de un mito, 'Jobs' está especialmente expuesta al ojo clínico de los fanáticos. Tuvo una cálida acogida en su presentación durante la pasada edición del festival de Sundance, especialmente por la elección como protagonista de un más que evocador Asthon Kuchner, que ha confesado que incluso llegó a imitar las manías alimentarias del empresario. Sin embargo, en la que se suponía una noche tranquila se coló un dardo que sorprendió a propios y extraños: el de Wozniak. «Las personalidades están mal representadas», aclaró, dejándose ver algo incómodo sobre un brillante discurso que recibe en la película de su socio, cuando, según sus palabras, es él en realidad quien lo pronuncia.
No es la primera vez que el también apodado como 'Mago de Woz' reclama públicamente su cuota de protagonismo ante el torrente de elogios que recibía su socio. Fuera de Apple desde 1985 -nunca quedaron claros los motivos de su marcha-, hace ocho años terminó de escribir el libro 'iWoz', del que Jobs rechazó ser prologuista. En él recoge un pequeño cónclave de diestros informáticos en 1975, de donde surgió el boceto del ordenador que daría paso al 'Apple I': «Hay historias que dicen que Steve (Jobs) y yo montamos juntos esos equipos. Lo hice yo solo».
Este asunto volvió a revivir cuando se lanzó, allá por junio, el primer tráiler de la película. Wozniak, más satisfecho con la interpretación de Josh Gad -el actor que le da vida-, explicó entonces que Jobs de joven «no era un santo» y criticó que se le recuerde únicamente como el «hombre bueno que ahora reconocemos y que lideró la creación de otros productos tan magníficos». Sin embargo, afirmó que en su primera etapa en la empresa, antes de su sonara expulsión, fue «una de las personas clave que condujo a Apple de fracaso en fracaso».
En primera línea
Con aires muchos menos quijotescos que los de Jobs, este hijo de inmigrantes europeos con aspecto de oso es ahora un inversor y tecnológo que se prodiga en eventos especializados del gremio, como la Campus Party que inauguró en Valencia en 2010. Fan de la exitosa serie 'Big Bang Theory' -con la que llora de risa, según confesó-, siempre evitó los puestos de dirección y optó por el trabajo en primera línea mientras estuvo en la nómina de Apple.
De carácter introvertido, nunca dudó en elogiar a la competencia. Mientras la biografía de Walter Isaacson recogía que Jobs estaba dispuesto a emprender «una guerra termonuclear» contra Android por considerarlo un producto robado, a 'Woz' no se le caían los anillos al destacar las posibilidades del sistema operativo de Mountain View y su tecnología de reconomiento de voz. Tampoco dudó en decir que Microsoft, con lanzamientos como Windows 8 o la tableta Surface, había adelantado a Apple. Unas declaraciones que sorprenden más aún si se tiene en cuenta que el Sancho Panza de Cupertino se pasó la noche en vela haciendo cola en su día para conseguir un iPad o un iPhone.
En cambio, tras conocer el fallcimiento de Jobs, describió su relación como «afortunada» pese haber sido fría en los últimos años. «Casi siempre que discutíamos sobre qué deberíamos hacer en la compañía él estaba en lo cierto», dijo a la BBC. «Tenía un excepcional cerebro empresarial».
¿Imaginan poder elegir en el menú del día un plato de la antigua Roma? ¿Degustar una salsa como hicieran hace 2.000 años los emperadores de una de las civilizaciones más trascendentes de la historia? No es ciencia ficción, sino el resultado del trabajo y el empeño de un grupo de investigadores españoles que permitirá viajar en el tiempo culinariamente hablando gracias a la arqueología gastronómica. Y es que un equipo de investigadores de la Universidad de Cádiz junto con el Instituto de Tecnología de los Alimentos han logrado reproducir 'Flor de garum', una salsa de gran calidad solo para las clases más altas de la sociedad romana.
Roma ha legado a la humanidad sus infraestructuras, admiradas por miles de personas cada año. También su Derecho impregna el espíritu de numerosas leyes que rigen en occidente. Y por su puesto el latín, de donde derivan numerosas lenguas como el castellano. Pero, ¿qué hay de su gastronomía? Evidentemente hay abundante información sobre los alimentos de la dieta romana. Sin embargo, gracias a unos investigadores españoles ahora es posible probar comida genuinamente romana. Y lo que es más impactante. Si su proyecto sale adelante, es posible que pronto pueda comercializarse para todos los públicos que estén interesados en paladear un poco de historia.
Tan increíble proyecto comenzó cuando los arqueólogos coordinados por el profesor titular del departamento de Historia, Geografía y Filosofía de la Universidad de Cádiz, Darío Bernal, se desplazaron a Pompeya. Y es que la malograda ciudad víctima del Vesubio conserva restos orgánicos de alimentos debido a las cenizas volcánicas que cubre su superficie. En concreto, los investigadores se dirigieron a los restos de una tienda de la ciudad. «Era la única que sabíamos que vendía pescado», asegura Bernal. En una de las tinajas del local hallaron restos de pescados. Al estudiarlo con detenimiento descubrieron que en realidad eran parte de una salsa de pescado realizada con boquerones, es decir, de garum.
Esta salsa era muy popular en la época romana y servía de condimento a numerosos platos. «Se metían en sal los restos no cárnicos de los pescados, es decir, las vísceras, donde se dejaban macerar unas tres semanas. Después se prensaba hasta obtener una especie de papilla», explica Bernal. El último paso era licuarlo.
Había distintos tipos de esta salsa, que variaba en función del tiempo de maduración. Las más caras podían estar hasta cuatro años y eran demandadas por las clases más pudientes. «En tiempos del emperador Diocleciano (siglo III), su precio era superior al de los perfumes», asegura Bernal. Precisamente los cuantiosos textos clásicos con referencias a esta receta y el minucioso análisis químico de los restos localizados en Pompeya permitieron al equipo del Instituto de Tecnología de los Alimentos, dirigidos por el profesor Víctor Palacios, reproducir fielmente la fabricación de este condimento.
Comercialización
Había distintas salsas en función del pescado usado. Uno de los más apreciados era el atún, pero también los boquerones, caballa o jureles eran propicios para su elaboración. El sur de España era uno de los puntos donde mejor se preparaba esta salsa. Y es que como reconoce el profesor Bernal, el garum de Cádiz «era afamado».
«Es una salsa con sabor a mar que viene muy bien para condimentar la ensalada o también el pescado», asegura el investigador. Según estos expertos el garum se complementa perfectamente con arroces, pescados, carnes y frutas. Los romanos lo utilizaban como condimento y potenciador de sabor, pero también tenía facultades terapéuticas.
Aunque la gran incógnita sigue ahí. ¿Tendrá cabida una receta de hace 2.000 años en pleno siglo XXI? «Funciona magníficamente con pescados blancos, azules y mariscos. Potencia la comida, por ser ligeramente salado y llevar especias», explica Bernal. Tanta confianza tienen que van a comenzar una campaña para ir presentándolo a cocineros. El objetivo es lograr financiación suficiente y lograr que los primeros tarros salgan al mercado a principios del 2014. Quizás entonces el gallum recupere su lugar en la mesa más de un milenio después.

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