Hubo un tiempo en que todas las películas que hacía Robert
de Niro eran buenas. Lo prueban los dos Oscar que recibió por el 'El
padrino II' (1974) y 'Toro salvaje' (1980), después de haber demostrado
ser el actor americano más dotado de su generación. 'Taxi Driver',
'Novecento', 'El cazador', 'Érase una vez en América', 'El corazón del
ángel', 'Los Intocables de Eliot Ness', 'Uno de los nuestros'... En los
90 rebajó el listón y empezó a meterse en otros negociados. Debutó como
director con la estimable 'Una historia del Bronx' y organizó el
Festival de Tribeca, revitalizando una zona de Manhattan donde el actor
también posee negocios inmobiliarios y de hostelería. Pero el gran Bob
seguía provocando escalofríos: 'El cabo del miedo', 'Una historia del
Bronx', 'Jackie Brown', la maravillosa 'Casino'...
Todo se torció cuando, en 1999, Hollywood descubrió que
Robert de Niro podía hacer reír. Su personaje de Paul Vitti en 'Una
terapia peligrosa' -un gángster en psicoanálisis-, le permitía reírse de
todos los mafiosos encarnados a las órdenes de su amigo Martin
Scorsese. El hombre que jamás sonreía en las entrevistas, donde a duras
penas es posible sacarle un par de palabras, se entregaba al festival de
muecas. La saga de 'Los padres de ella' también se burlaba de su
proverbial mal genio, en la piel de un agente de la CIA jubilado
entregado a amargarle la vida a su yerno (Ben Stiller). Tribeca fue
creciendo hasta convertirse en uno de los festivales más importantes del
país. Y, mientras, la estrella superaba un cáncer de próstata y sumaba
divorcios, amantes e hijos. Sus dos esposas y la modelo Toukie Smith
-todas de raza negra- le han hecho padre seis veces, la última hace solo
año y medio gracias a un vientre de alquiler. Muchas facturas por
pagar.
Robert de Niro cumple hoy 70 años en un Hollywood muy
distinto al que conoció en sus inicios. Entonces, una nueva generación
de directores tuvo (fugaz) carta blanca para rodar filmes adultos y sin
cortapisas. Los actores ya no eran galanes apolíneos y acartonados, sino
gente normal, no excesivamente guapa, que actuaba con una naturalidad
mamada en el Método Stanislavski. En un momento dado, Al Pacino, Dustin
Hoffman y De Niro parecían intercambiables. Los tres han envejecido como
han podido, pero el italoamericano es quien parece haberse rendido con
más claridad a los encantos del dinero fácil. Hace mucho que ha perdido
el respeto de la crítica. Y lo peor de todo: su nombre en el reparto ya
no es garantía de calidad. De vez en cuando ofrece destellos de su
talento, como ese padre abrumado por su hijo con trastorno bipolar de
'El lado bueno de las cosas', que le brindó su séptima nominación al
Oscar el año pasado. Pero un vistazo a su agenda de estrenos no invita
al optimismo: tiene hasta ocho películas pendientes en diferentes fases
de desarrollo, incluida 'The Family', una comedia sobre ¡una familia de
mafiosos! obligada a vivir en Francia. Vito Corleone se remueve en su
tumba.
«Nunca diré que me retiro»
Lejos quedan ya sus míticas composiciones estudiadas en las
escuelas de arte dramático y parodiadas hasta formar parte de la
cultura popular. Como Travis Bickle, el taxista recién licenciado de
Vietnam que masculla su locura en su ataúd de metal mientras recorre por
las noches las calles de Nueva York. De Niro construyó al protagonista
de 'Taxi Driver' de arriba a abajo. Le pidió prestada su ropa al
guionista Paul Schrader, se sacó la licencia de chófer y estuvo cuatro
semanas trabajando como taxista nocturno. También fue al zoo a estudiar a
los lobos, tras convenir con Scorsese que era el animal más parecido a
Travis. ¿La celebérrima cresta de mohicano, tomada de las fuerzas
especiales en Saigón? Idea suya. ¿El mil veces imitado monólogo ante el
espejo: «¿You talkin' to me?». Pura improvisación.
Los veinticinco kilos que engordó en dos meses a base de
pasteles y decenas de batidos de chocolate diarios forman parte ya de la
mitología del Método. Años después del Jake La Motta de 'Toro salvaje',
De Niro volvería a ponerse como un cerdo para el Al Capone de 'Los
Intocables'. Pero ya no es probable que vuelva a realizar un esfuerzo
así. Bobby Milk, como le bautizaron de adolescente, cuando se mezclaba con los gángsters de Little
Italy, seguirá haciendo caja. «Nunca diré que me voy a retirar, como
esos actores que lo dicen y dos años después regresan. Yo sé que me
saldría un proyecto que me iba a emocionar», admitía en una respuesta
inusualmente extensa al 'Guardian'.TÍTULO; Revolución en la maternidad
Más de 80.000 mujeres sin pareja estable son madres cada año en España
Las madres solteras dejaron de ser una excepción hace mucho
tiempo. Las que deciden tener un hijo sin pareja estable han escapado
también a esa categoría. Cada año, más de 80.000 mujeres dan a luz en
España en esa situación, una suma muy alta si se tiene en cuenta que
nacen poco más de 470.000 niños en ese período. En la mayoría de los
casos, son madres que tienen más de 30 años, de manera que se trata de
una decisión madurada, que han adoptado después de examinar todas las
posibles consecuencias. Tras la revolución en el modelo de familia que
han hecho posible las leyes de divorcio y matrimonio homosexual, ha
llegado el momento de otro cambio fundamental: el del modelo
reproductivo. Hace años que el Libro de Familia dejó de servir para
autorizar las relaciones sexuales. Ahora ya tampoco sirve para legitimar
a la prole.
En este aspecto de la vida familiar, como en tantos otros,
España se acerca a pasos agigantados a los estándares europeos. En
varios países escandinavos y bálticos, así como en Francia, ya nacen
bastantes más niños fuera que dentro del matrimonio. En Centroeuropa,
hay un empate virtual en amplias zonas. España aún está lejos de esos
porcentajes, pero su proceso ha sido muy acelerado. Baste con recordar
que hace cuarenta años, justo al final del franquismo, solo 13 de cada
mil niños eran hijos de madre soltera. Ahora son 380 de cada mil, según
los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Cambio de modelo
Las razones del aumento del número de hijos nacidos fuera
del matrimonio son varias. La primera es la ya citada: hace tiempo que
una unión formal, ya sea civil o religiosa, dejó de ser la única manera
de legitimar a la prole. La sociedad acoge con normalidad a las madres
solteras y las barreras se han roto. Pero hay otra razón estrictamente
demográfica: el número de mujeres solteras que están entre los 30 y los
40 años -la etapa en la que se produce el mayor número de embarazos-
crece sin parar por el efecto combinado del aumento de las rupturas
matrimoniales y la caída del número de bodas, así como la edad cada vez
más avanzada de los contrayentes.
Los datos son muy reveladores: en una década, los enlaces
matrimoniales han caído de casi 210.000 a 168.000 anuales. Y los
divorcios han crecido en el mismo período de 40.000 a más de 100.000.
Así se explica que aunque en términos relativos la mayor proporción de
madres solteras está en las menores de 20 años, en cifras absolutas el
volumen más alto, con diferencia, se da entre los 30 y los 40.
Aquí se está produciendo también un cambio notable en el
modelo familiar, tanto que en realidad conviene hablar ya en plural, de
«modelos familiares», como apunta el sociólogo Javier Elzo por cuanto el
tradicional, que reúne bajo el mismo techo a una pareja formada por
padre y madre -estén o no casados- y sus hijos apenas si corresponde ya
al 40% de los casos. El cambio reside en que si hasta hace pocos años
las parejas no casadas tendían a pasar por el juzgado -en menor medida
por la Iglesia- para formalizar su relación cuando deseaban tener un
hijo o este ya estaba en camino, ahora la boda tiende a producirse tras
el alumbramiento.
Autonomía absoluta
O incluso nunca, como se desprende de los datos del INE: en
2011 nacieron en España 176.265 niños registrados como hijos de madre
soltera. De ellos, 111.347 eran primogénitos pero además vinieron al
mundo casi 50.000 que ya eran el segundo hijo, más de 11.000 que eran el
tercero y casi 3.000 que llegaban al hogar en cuarto lugar. La
aportación a este colectivo de las extranjeras residentes en España no
es desdeñable: 37.000 de ellas dieron a luz en esas circunstancias, lo
que supone una tasa superior a la media.
Con todo, el fenómeno más llamativo es el de las madres
solteras y sin pareja estable en el momento del parto. Conviene
distinguir entre las mujeres que dan a luz sin pareja porque esta se ha
roto recientemente y las que no la tenían tampoco al inicio del
embarazo. El aumento de las rupturas de pareja -legalizadas o no- hace
que crezca el número de madres solas. Pero, por deducción a partir de
datos parciales, se sabe que también son cada vez más las que deciden
tener un hijo en un momento en que están sin pareja porque el reloj
biológico les urge a hacerlo.
Tanto es así que las que están solas por las circunstancias
y las que lo están por elección, sumadas, dan a luz cada año a más de
80.000 bebés. Los registros del INE para 2011 hablan de 78.000 madres
solteras con pareja estable, 58.600 sin pareja y 47.500 en las que 'no
consta' su situación. Sin embargo, la proyección de los datos de 2008
permite determinar que más de dos tercios de quienes figuran en esa
categoría de 'no consta' están sin pareja, de manera que el monto total
se sitúa por encima de 80.000 en un cálculo conservador, como ratifican
especialistas consultados por este periódico. No existen datos concretos
que permitan saber cuántos de esos hijos han sido fruto de relaciones
esporádicas y cuántos concebidos mediante fecundación 'in vitro'. La
Sociedad Española de Fertilidad estima que serán más de 1.500 los
nacidos por este último procedimiento pero los registros del INE
sugieren una cifra mayor. En su momento, los casos de María Dolores de
Cospedal y Alicia Sánchez-Camacho, madres de esta forma, tuvieron gran
repercusión. Ambas quedaron embarazadas tras haberse divorciado y cuando
habían traspasado la frontera de los 40 años. Puede que la publicidad
dada a las dos dirigentes del PP haya facilitado el camino a centenares
de mujeres.
Son madres que no renuncian a emparejarse en el futuro,
pero que con frecuencia viven felices en soledad, a juicio de Elzo.
«Además, estiman que la educación que dan a sus hijos puede ser tan
buena como si convivieran con un hombre». Su diagnóstico coincide con el
de Irene Jiménez, profesora de la Universidad de Sevilla, quien ha
detectado que las madres solas valoran la ausencia de tensiones que a
veces se producen cuando hay un padre en el hogar. «Hablan de
sentimientos de mayor libertad personal», dice gráficamente en un
estudio. Eso sí, los diferentes informes sobre este colectivo destacan
la necesidad de contar con ayuda para atender a los bebés, ya sea
proporcionada por familiares o personas contratadas. Es difícil, por no
decir imposible, ser madre (o padre) en completa soledad.
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