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Pedro Escobar parece haber pasado el año y medio que ha
transcurrido desde las elecciones autonómicas haciendo un máster en
posibilismo. Reniega de las aventuras políticas, de la utopía tan
querida por la izquierda que representa, para agarrarse y apoyar aquello
que considera «lo menos malo». Culpa a Rajoy y no a Monago de los
recortes y promete estabilidad política para lo que queda de
legislatura. Tras ser reelegido con el voto del 71 % de los delegados de
IU, Pedro Escobar aparece reforzado en su polémica política de alianza
no expresa con el PP extremeño.
-Ha sido elegido usted con el 71 % de los apoyos
de los delegados. ¿Está satisfecho o cree que el problema de la división
de Izquierda Unida no está resuelto?
-He conseguido el porcentaje más grande en una elección
con más de un candidato. Pero no lo he celebrado porque ha sido una
larga confrontación. Espero que se haya resuelto el conflicto, que no
sigamos ofreciendo dos o tres voces en Izquierda Unida. No porque yo
quiera acaparar las fotos, sino porque tengo que transmitir la opinión
mayoritaria de Izquierda Unida.
TÍTULO: EL NÚMERO WANG,.
A los 20 años ya tenía marca
propia. Nada divo, el nuevo director artístico de Balenciaga reina en
las fiestas y se pasa la vida saltando. Este modisto de origen asiático
no tiene límites
Los editores de moda venían haciéndole el caldo gordo
desde hace tiempo con elogios grandilocuentes: 'El huracán Alexander',
'El príncipe actual del universo más cool', 'El último prodigio de la
moda americana', 'El niño mimado'... Algunas revistas incluso hacían
juegos de palabras con su apellido: 'The number wang'. Excesos aparte,
Alexander Wang (San Francisco, 1984) abandera la generación de creadores
norteamericanos de origen asiático. Por eso siempre sonaba como
candidato para afrontar grandes empresas, aunque posiblemente no tan
pronto.
Era el gran favorito para tomar el relevo de Nicolas
Ghesquière en Balenciaga, pese a lanzar su primera colección hace solo
cinco años. Con su nombramiento, Wang repite una historia muy trillada,
la del joven diseñador llamado a asumir las riendas de una mítica firma
en lugar de seguir una estela propia. Cracks contratados a golpe de
talonario. Son las nuevas estrellas mediáticas.
Viene sucediendo desde tiempos inmemoriales, desde que la
moda se enganchó a una devoradora industria que necesita mantener la
magia de los sueños, pero con los pies en el suelo. Ocurrió en los
sesenta, cuando Yves Saint Laurent dio vida a la marca Christian Dior a
la muerte de su fundador. Y siguió la década pasada, cuando Peter Dundas
resucitó Emilio Pucci o Christophe Decarnin salvó a una decadente
Balmain. Con una particularidad: Wang no llega para apagar ningún fuego.
Balenciaga, propiedad del grupo PPR, de la familia
Pinault, rebosa exclusividad, quizá demasiada. Sin embargo, se encuentra
en la encrucijada de captar un público fresco, que reclama golpes
estilísticos más comerciales, urbanos, deportivos y desenfadados. Ropa
como la que siempre ha vestido él, cómoda y sencilla, «aunque de chaval
rara vez me arreglaba».
En definitiva, Wang, al que no se le caen los anillos
popularizando camisetas y pantalones de chándal, pitillos de cuero y
vestidos elásticos, tiene ante sí el reto de vender más que su
predecesor, a veces incomprendido por su complejidad. Nada divo, cree
que los diseñadores están muy sobrevalorados. Y, por supuesto, reniega
de quienes les tachan de «artistas». El objetivo de la moda, «no lo
olvidemos», repite a menudo, es vender. «Solo eso. Yo no soy ningún
artista. Al final del día, la clave reside en vender el producto». La
ropa es, simplemente, eso, «ropa», confesó en 2010 a la revista 'Vanity
Fair'.
El 'hombre-niño'
Ha mostrado, pese a su juventud, una madurez sorprendente
al dirigir las parcelas creativa y empresarial. Con su cara aniñada,
Wang mueve ficha a velocidad de vértigo. Con sólo 20 años ya contaba con
firma propia. «He tenido una visión amplia y he sabido interpretar la
marca como negocio», subraya. Esa es su clave: adaptarse a los nuevos
tiempos y saber que el trabajo de un modisto continúa a la conclusión
del desfile. Y que tan importante como diseñar, aunque nunca haya
recibido clases de patronaje, es cultivar las relaciones sociales,
participando de todo el espectáculo que sigue a las pasarelas, con
fiestas llenas de glamour y modelos impresionantes. También en esto es
un maestro.
Este diseñador 'hombre-niño' lo tuvo claro desde un
principio. Interviene en todo el proceso de producción. Lo mismo
controla el marketing y el 'merchandising' que recaba la opinión de
estilistas, periodistas, compradores... Manejar «todos los aspectos» que
construyen una firma se ha convertido en una obsesión. «Nadie va a
entender tu propia marca mejor que tú mismo», explicó a 'Harper's
Bazaar'. En poco más de siete años, ha levantado un emporio familiar. Su
hermano Dennis se encarga de la dirección financiera y su cuñada,
Aimie, asume el papel de directora ejecutiva.
Alexander perdió el rastro de sus progenitores, de origen
taiwanés, con solo 9 años. Tras abandonar Estados Unidos, su padre se
fue a Hong-Kong y su madre a Shangái. Pero la sonrisa nunca desapareció
de su rostro. Sigue comportándose como un niño. Se le ve dando saltitos a
todas horas. Con su cuerpo menudo y elástico, parece como si caminara
sobre muelles. Ya sea paseando sobre las pasarelas o entrando en los
restaurantes, donde siempre pide que le coloquen en la mesa más apartada
y escondida. De niño, recuerda que cuando su madre le llevaba a comer
fuera de casa lo primero que pedía era un lápiz y una servilleta para
dibujar zapatos.
Apoyos «poderosos»
Huelga decir que es la salsa de las 'after parties' más
exclusivas y que resulta difícil encontrar a alguien que hable mal de
él. Algo muy poco habitual en la moda, un mundo en el que admite que es
muy difícil «conocer a gente normal. Donde hay éxito, hay envidias y hay
que saber sortear la tempestad», matiza. Wang ha sabido sacudirse todas
las presiones, aunque haya llegado a bordear el precipicio. «A veces te
puedes venir abajo porque en internet -matiza- hay gente con integridad
que sabe de lo que habla y otra que solo quiere herir. Hay que ser
listo y tener a tu lado gente adecuada».
Y poderosa. Porque Wang ha sabido rodearse de gente que
manda mucho. Anna Wintour, la temible editora de 'Vogue América', le
echó una mano en sus inicios y la veterana diseñadora Diane von
Furstenberg le considera una estrella y un verdadero amigo. «Tiene
talento y determinación, pero se preocupa más por pasárselo bien que por
luchar por el trono del rey de la moda, ya que ama la vida y a las
personas».
Pese a su juventud, a este creador, al que se compara con
Helmut Lang y Calvin Klein, se le atribuyen varios hitos. Tiene un ojo
especial para descubrir modelos -Maria Bradley o Aymeline Valade- y
convertir en superventas los bolsos que lanza cada temporada y que
bautiza con el nombre de sus musas. De lo único que no opina es de
política. Intenta mantenerse «siempre al margen». Orgulloso de sus
orígenes, las etiquetas de sus prendas llevan impreso el 'made in
China'. Conociendo su afición a los saltos, la duda es si, ya al frente
de Balenciaga, su gran objetivo será el asalto al mercado asiático, pues
no parece tener límites.
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