Pilar Garí lleva 25 años acercándose a la mentalidad de los más pequeños para escribir historias que les entretengan y, a la vez, enseñen.
Pilar Garí lleva 25 años acercándose a la mentalidad de
los más pequeños para escribir historias que les entretengan y, a la
vez, enseñen. Ahora firma una colección que se atreve con una tarea que,
según valora, «hay que tomarse muy en serio»: el aprendizaje del inglés
desde la infancia con las historias de Nina. Reconoce que las nuevas
tecnologías ofrecen herramientas muy buenas, pero recuerda que los niños
las complementan muy bien con los libros.
-La literatura infantil enfocada al aprendizaje, ¿qué parte de diversión debe tener para ser eficaz?
-El aprendizaje requiere herramientas muy diversas. Para
llegar al objetivo, no basta con recorrer un único camino. Los niños
aprenden estudiando en clase, claro, pero no sólo. Los pequeños asimilan
mucho en su tiempo libre: cuando conversan en casa con los adultos y
los bombardean a preguntas, cuando juegan con los amigos, cuando ven una
película o cuando juegan con la consola. El libro educativo es un medio
más para satisfacer la curiosidad de los niños, que es muy grande.
Basta con que sea entretenido y conecte con sus intereses e inquietudes
para lograr su objetivo.
-¿Es mejor un cuento para aprender inglés o una
clase al uso? ¿Es suficiente a ciertas edades o se trata más bien de un
complemento?
-La enseñanza del inglés no puede quedar limitada al
ámbito escolar. El inglés está en todos lados: en la tele, en el cine,
en internet, en los campamentos de verano... y en los libros. Los
cuentos, como los de Nina, pueden entrar en el aula y ayudar al profesor
en su tarea y también pueden entrar en el dormitorio del niño, en ese
pequeño universo que él crea a su medida, y pasar a formar parte de su
primera biblioteca, de la que sin duda se sentirá orgulloso.
-En un mundo de tabletas y móviles, que por cierto adoran los niños, ¿qué defensa haría del libro tradicional?
-Las nuevas tecnologías y el libro tradicional no son
incompatibles; al contrario, son complementarios. Y los niños se
desplazan con mucha naturalidad entre ambos mundos. Internet proporciona
muchas herramientas para el aprendizaje y haríamos muy mal en
desaprovecharlas. Pero el libro tiene un gran punto a su favor: se
presta a compartir. Lo que los niños desean por encima de todo es pasar
tiempo con sus padres, simplemente estar con ellos. Antes de apagar la
luz por la noche o una tarde lluviosa de sábado pueden ser momentos
ideales para leer con nuestro hijo un cuento como el de Nina. La ilusión
de compartir favorece la atención del niño, que seguro que nos hará mil
preguntas o que repetirá con nosotros las palabras en inglés. ¿Hay
mejor manera de aprender?
-En su trayectoria no solo ha publicado libros enfocados a la enseñanza. ¿Con cuáles se queda?
-Mi trayectoria profesional está estrechamente vinculada a
la traducción de textos para niños. Llevo veinticinco años colaborando
en la traducción y redacción de revistas infantiles y juveniles que se
mueven en el ámbito de la narrativa, la información y el
entretenimiento. También he escrito libros de divulgación científica e
histórica, de juegos y pasatiempos... ¡Es difícil escoger!
-¿Cómo valora la necesidad de aprender inglés tan pronto?
-El inglés es imprescindible en este mundo globalizado. Y
lo será sin duda para desenvolverse en el futuro, casi en cualquier
ámbito. Si pretendemos apostar por una formación de calidad y no
queremos perder el tren de la innovación, estamos obligados a enseñar el
inglés a los niños desde pequeños. Es un asunto que hay que tomarse muy
en serio.
-¿Cómo se planteó el nacimiento de la serie de Nina? A la hora de escribirlo, ¿qué valores primaron en su planteamiento?
-Los cuentos de Nina surgieron de una conversación
informal con mi buena amiga Carla Balzaretti, coordinadora editorial de
Edición especial de SM, mientras tomábamos un café. Ya habíamos
realizado otros proyectos juntas y ella pensó que sería buena idea crear
una serie de cuentos en los que el inglés tuviera un gran protagonismo.
Se trataba de plantear una situación cada vez más frecuente: una
familia que vive a caballo entre dos países, lo que propicia los viajes y
el encuentro con otras culturas. Nina acompaña a su abuela a York, a
casa de sus primos, y allí se sumerge en la vida y las costumbres
británicas de un modo natural. Por eso el texto está lleno de frases y
expresiones en inglés, que se codean con otras en castellano, ¡es algo
real como la vida misma! A mí me gustaría que, a través de estos libros,
los niños llegasen a comprender que aunque las costumbres nos
diferencian de la gente que vive en otros lugares (que comen otras cosas
o viajan en autobuses diferentes), los comportamientos y los
sentimientos como la empatía, los celos, el miedo o la amistad nos
acercan y nos hacen comprender que somos, ante todo, seres humanos.
TÍTULO: EL RETIRO DE RUFUS WAINWRIGHT,.
Una visita de Rufus Wainwright a nuestro país siempre es motivo de alegría. El extrovertido cantante canadiense ha dado sobradas muestras ...
Una visita de Rufus Wainwright a nuestro país siempre es
motivo de alegría. El extrovertido cantante canadiense ha dado sobradas
muestras de su capacidad para el espectáculo en ocasiones anteriores, y
esta vez (ayer en San Sebastián y hoy en Madrid) vuelve preparado para
que sus conciertos sean «una fiesta». «Mi madre murió hace un par de
años e hice un álbum muy oscuro y triste ('Songs for Lulu') que presenté
solo al piano, de una manera sobria y formal. Pero ahora el Rufus feliz
está de vuelta y estas actuaciones son muy animadas, con un final
bastante loco del que no quiero decir mucho. Solo que se verá pierna,
mucha pierna», afirma con picardía. Hemos de creer su capacidad para la
locura: en sus primeros conciertos en España, hace ocho años, acabó
vestido con un bañador de lentejuelas, con una banda y una corona de
miss y alitas a la espalda, travestido de un personaje al que llama «la
belleza alada».
Tras el disco en homenaje a su madre y llevar al
escenario 'Prima donna', una ópera de su autoría, Wainwright trae bajo
el brazo 'Out of the game', un álbum de pop grabado con Mark Ronson,
productor de -entre otros- Amy Winehouse. «Era mi último trabajo para la
multinacional con la que siempre he grabado, así que por un lado pensé
en darles lo que siempre han querido: un disco de pop que pueda ser un
éxito comercial», explica. «Por otro lado, tengo 39 años (no 40 aún, 39)
y pensé en hacer esto por última vez. Voy a escribir otra ópera, me
interesa la música para cine y quiero pasar más tiempo con mi marido y
mi hija, así que me dije que hacer una última gira de rock & roll
sería divertido».
Para el músico, lo mejor de una gira de este tipo es el
entretenimiento de una banda de ocho personas. «Te conviertes en una
especie de troupe de gitanos o como 'La parada de los monstruos'.
Además, me gusta poder pagar a la gente y darles trabajo, es parte del
arte». Puede que este aviso de que es la «última vez» que vemos al Rufus
pop no sea más que un acicate para vender entradas, pero no es
descartable, dada la impresionante variedad de registros que ha
demostrado el cantante.
Más proyectos
Para sus próximos proyectos, anuncia un disco de
canciones en francés y otro con su hermana Martha, además de una nueva
ópera, cuya acción se sitúa en el Imperio Romano. De la turbulenta
puesta en marcha de la anterior, que incluyó críticas negativas y
desencuentros con teatros y directores de orquesta, Wainwright dice
haber aprendido mucho: «Una ópera es como el rock & roll de la
música clásica, pero está todo tan medido que a la vez es todo lo
contrario de una gira rockera. Preparar una ópera es la guerra. Tratar
de estar a la altura de la historia de la música clásica europea supone
meterte en un peligroso círculo vicioso, pero también hubo gente que
apreció lo que hice».
Wainwright forma parte de una auténtica dinastía del
folk. Sus padres, Loudon Wainwright y Kate McGarrigle, se han dedicado a
la canción, igual que su hermana, la talentosa Martha Wainwright. El
año pasado Rufus tuvo una hija con Lorca, hija de Leonard Cohen, que
participó como vientre de alquiler. La duda es si habrá una nueva
generación de artistas con Viva. «No lo descarto. Lo importante para mí
es que no la veo mucho últimamente, pero estoy deseando que mi vida dé
un cambio y poder pasar más tiempo con ella», añade.
Además de la paternidad, este verano Rufus Wainwright
estrenó estado civil tras su boda con Jörn Weisbrodt, un gestor cultural
alemán. «Ya llevamos juntos siete años, pero la verdad es que sí hay
una diferencia cuando te casas. Ahora me siento más respaldado. Sobre
todo en un caso como el mío, que viajo mucho y a veces me siento un poco
perdido: sé que tengo una casa a la que volver. Por no decir que me he
casado con un alemán, que son muy buenos amos de casa: les gusta
cocinar, la jardinería... Son muy domésticos, y necesito eso, porque yo
soy más... ¡español!», explica.
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