TÍTULO: CARTA DE LA SEMANA GOTAS EN EL MAR,.
Leo en una crónica firmada por Ángel Gómez Fuentes que
Monica Pavesi, propietaria de un bar de Cremona, decidió apagar las
máquinas ...
Leo en una crónica firmada por Ángel Gómez Fuentes que Monica Pavesi,
propietaria de un bar de Cremona, decidió apagar las máquinas
tragaperras que había en su bar (y de cuya actividad extraía un pingüe
beneficio), tras comprobar que la mayoría de las personas que las
utilizaban lo hacían arrastradas por la desesperación. A la señora
Pavesi la mortificaba enriquecerse con el sufrimiento de una clientela
que, ahogada por las apreturas económicas, buscaba en las máquinas
tragaperras un improbable golpe de fortuna. Su gesto ha sido aplaudido
por el alcalde la ciudad, que ha manifestado: «Ha hecho un gesto lleno
de coraje que puede servir de ejemplo a todos sus colegas».
Pero
el gesto de la señora Pavesi nos sirve para reflexionar sobre el destino
de irrelevancia al que están condenadas las conductas ejemplares cuando
no las ampara un soporte legal e institucional. De entrada, según
leemos en la crónica, la señora Pavesi estaba obligada por un contrato
con la empresa propietaria de las máquinas tragaperras que la vinculaba
hasta 2015; contrato que, al haber sido infringido unilateralmente por
la señora Pavesi, permite a la empresa propietaria demandarla ante los
tribunales. Y el «gesto lleno de coraje» de la señora Pavesi, que según
el alcalde de Cremona «puede servir de ejemplo a todos sus colegas»,
también puede ser aprovechado por ellos, en especial por los dueños de
los bares vecinos, para instalar otras máquinas tragaperras que desvíen
la clientela de la señora Pavesi hacia sus establecimientos. Por poder,
también podría ocurrir que la demanda insatisfecha de máquinas
tragaperras ocasionada por el «gesto lleno de coraje» de la señora
Pavesi atrajese la atención de un magnate del juego, que podría montar
tan ricamente una sucursal de Eurovegas a las afueras de Cremona, para
sacar tajada de la desesperación de sus habitantes. Y es que el «gesto
lleno de coraje» de la señora Pavesi, tan ponderado por el alcalde de
Cremona, es al fin y a la postre un gesto que corre el riesgo de
convertirse en aspaviento inútil, pisoteado, triturado, reducido a
fosfatina y sepultado por un marco legal e institucional adverso. Marco
en el que, por cierto, colabora -ignoramos si a su pesar- el alcalde que
ha elogiado a la señora Pavesi.Y
este gesto de la señora Pavesi
nos invita a una reflexión más honda. Una verdadera reforma de las
costumbres solo es posible cuando se acompaña de una reforma legal e
institucional; cuando tal acompañamiento no se produce, toda reforma de
las costumbres corre el riesgo de precipitarse en el abismo de la
melancolía y la frustración. Muy probablemente, la señora Pavesi será
demandada por los dueños de las máquinas tragaperras que decidió
desenchufar; y, desde luego, los dueños de los bares vecinos se
beneficiarán de su decisión paladina, protegidos por leyes y reglamentos
que amparan el juego; y, todavía más, si mañana un magnate decidiera
montar una sucursal de Eurovegas a las afueras de Cremona, sería muy
hospitalariamente acogido por el alcalde que ha ponderado el gesto de la
señora Pavesi, y celebrado por los medios de adoctrinamiento de masas,
que se apresurarían a magnificar los efectos benéficos que tal emporio
reporta a la maltrecha economía local. Con lo que, en última instancia,
la señora Pavesi sería considerada por sus paisanos como una ingenua
bienintencionada; y no faltará incluso quien piense que con su actitud
intransigente puso en jaque el desarrollo económico de su ciudad.
Naturalmente,
necesitamos señoras Pavesis que se rebelen contra la injusticia; pero
mientras la injusticia esté amparada y auspiciada por la ley y
fortificada en instituciones que la consagran, los «gestos llenos de
coraje» están condenados a la irrelevancia. O, todavía peor, a una
relevancia puramente ornamental, que es la que un mundo plácidamente
instalado en la injusticia otorga farisaicamente a este tipo de gestos,
para aliviar su mala conciencia, a la vez que sigue instalado en la
injusticia. ¿De qué le sirve, por ejemplo, a un empresario pagar unos
sueldos dignos a sus trabajadores si a su lado otro empresario puede
servirse de una legislación laboral que admite sueldos indignos, para
producir en condiciones más ventajosas? Los ejemplos que podríamos
aducir son innumerables; y en todos ellos comprobaríamos cómo el destino
que el sistema tiene reservado a todas las señoras Pavesis es siempre
el mismo: un destino, si se quiere, de pintoresquismo heroico, cuya
ejemplaridad queda ahogada por condiciones que la hacen insostenible. El
destino de las gotas de agua que son arrojadas a un mar de podredumbre.
TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO Jaula de grillos Dos gotas de mar letra.
Jaula de grillos Dos gotas de mar letra
Otra vez me vuelvo loco
porque ocurre lo de siempre
cuando al fin damos el paso
algo no va.
Y otra vez no encuentro el modo
de borrarte de mi mente
te propongo olvidar
y algo no va.
No, no quiero recordarte
sin embargo cada noche
cuando duermo solo
encuentro tus gestos
No, no quiero ya quererte
sin embargo pienso:
Somos como dos gotas de mar
intentan y no pueden ignorar
que vayan donde vaya la corriente
les impide que se alejen.
Somos como dos gotas de mar
saben que se tienen que encontrar
porque uno sin el otro
ya se sienten extrañamente diferentes.
Y otra vez me vuelvo loco
porque hay algo en mi creciente
y no se si es
un te quiero o un puñal.
Y otra vez me ecuentro solo
porque nadie me comprende
y ya no se si es
un quiero verte ya.
No, no quiero recordarte
sin embargo cada noche
cuando duermo solo
encuentro tus gestos
No, no quiero ya quererte
sin embargo pienso:
Somos como dos gotas de mar
intentan y no pueden ignorar
que vayan donde vaya la corriente
les impide que se alejen.
Somos como dos gotas de mar
saben que se tienen que encontrar
porque uno sin el otro
ya se sienten extrañamente.
No, no quiero
seré valiente y no me iré.
No, no quiero
seremos aire.
Somos como dos gotas de mar
intentan y no pueden ignorar
que vayan donde vaya la corriente
les impide que se alejen.
Somos como dos gotas de mar
saben que se tienen que encontrar
porque uno sin el otro
ya se sienten extrañamente diferentes.
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