Dice Shakira que los hombres valoran más en una mujer la
confianza que la perfección... Pero, qué casualidad, lo que exhibe
orgullosa Shakira en la portada de la revista 'Self' de septiembre no es
la confianza sino la perfección de sus abdominales. Una vez más (y van
tropecientas) tenemos a una famosa presumiendo muy ufana de haber
recuperado la figura en tiempo récord tras el embarazo. A Shakira le han
bastado siete meses, o mejor dicho seis, porque esas fotos de 'Self' se
las tomaron a los seis meses de haber dado a luz, para volver a
recuperar su fotogénica cinturita y lucir un vientre plano, duro como el
cemento y coronado por un ombligo redondo y simétrico. Vestida con un
'minishort' de cuero negro, la cantante posa levantándose la camiseta,
también negra, para mostrar al mundo su tonificado abdomen. «Dos minutos
de abdominales no son suficientes», advierte esta mujer convertida al
credo de José María Aznar, y explica que su rápida recuperación física
se debe a que durante el embarazo practicó mucho 'Zumba' (ahora lo
llaman así) y eso le impidió coger sobrepeso.
No se sabe qué causa más estragos entre la población
femenina de a pie, si la descarada exhibición física de las famosas o su
pormenorizado relato de cómo han logrado una esbelta figura. Esa
acomplejante ostentación, unida a unos consejos casi siempre
extravagantes y difíciles de seguir, ejercen un 'pressing' insoportable
sobre algunas mujeres especialmente sensibles a la moda y a las
tendencias que no cuentan con la privilegiada genética ni los rutilantes
medios de las megaestrellas (legión de entrenadores personales,
esteticistas y nutricionistas, además del socorrido Photoshop). Shakira,
por ejemplo, tras declararse «muy orgullosa» de su trasero, explica que
para lograr una voluptuosa retaguardia como la suya hay que hacer
muchas sentadillas y 'pliés' y contraer los glúteos un mínimo de treinta
veces al día... Por supuesto, para tener el culo de Shakira primero hay
que nacer con él, pero esto ella se lo calla. En cuanto a dietas, la
novia de Piqué revela que evita engordar gracias a que come ocho veces
diarias pequeñas raciones llenas de fibra de unas 200 calorías. Total,
que entre picotear fibra y contraer el glúteo no sé cómo le queda tiempo
a esta mujer para cantar a nivel profesional y cuidar de su pequeño.
Otra que, como el perro del hortelano, ni come ni deja
comer es Gwyneth Paltrow. La actriz sigue erre que erre, declarándoles
la guerra a los carbohidratos. Se los tiene prohibidos a sus hijos. Y,
si por ella fuera, a toda la humanidad. La actriz ha estado estos días
promocionando su libro de nutrición en los Hamptons, la exclusiva zona
costera donde veranea la 'crème' neoyorquina, los gerifaltes de
Washington y, a ratos, Jaime de Marichalar. Eso de ver a una 'parvenue'
firmando ejemplares ha hecho destilar veneno a los prestigiosos
escritores que andan por la zona. Lo cual le viene de perlas a Gwyneth,
porque ella con el veneno de las serpientes se hace un estupendo
'lifting'. Eso ha confesado a una revista. Total, que embadúrnese usted
de veneno, contraiga el glúteo, coma alpiste, mátese a abdominales... Y
verá lo guapa que queda.
TÍTULO; UNA MODA REDONDA,.
Cuando Karolina Kurkova se enfundó las
alas de Victoria's Secret sobre la pasarela nadie se fijó en el
conjunto de lencería que lucía. Tampoco en su pecho, su trasero o en su
escultural figura. Las miradas las atrapó la barriga de la top. ¡No
tenía ombligo! Los comentarios y rumores maliciosos se
extendieron rápidamente por el mundillo e incluso su representante tuvo
que salir a matizar que no era una alienígena. El caso de la 'top' no es
tan extraño, sobre todo en verano, cuando el ombligo
reivindica su protagonismo en la playa o en la piscina, a lo que se une
desde hace unos años la moda de las camisetas cortas y los pantalones de
talle bajo, que dejan esta parte del cuerpo a la vista de todos.
Si usted dedica solo cinco minutos a fijarse en los ombligos que estos días se enseñan, verá que los hay para todos los gustos. Eso sí, los cánones estéticos revelan que los menos atractivos son aquellos con forma de letra 'T', demasiado verticales o pequeños, sin olvidar los que sobresalen o los que ni siquiera se marcan, como el de Kurkova. Por eso a la modelo le retocaban la barriga en sus sesiones de fotos. Todo sea por alcanzar el cuerpo perfecto, y más cuando la top gana al año unos 2,2 millones de euros, según la revista 'Forbes'. Porque, por supuesto, existe la correspondiente lista de los ombligos famosos más sexys.
Rihanna encabeza la lista, seguida de Keira Knightley y Helen Mirren, quien a sus 68 años sigue fiel al bikini. Fuera del podio se ha quedado Madonna y eso que su cicatriz arrasa en Japón, donde se ha puesto de moda pasar por el quirófano para lucir un ombligo rasgado imitando al de la cantante. Eso sí, tras pagar unos 700 euros.
El ombligo centra muchas consultas médicas más allá de la visita al pediatra para los correspondientes cuidados del bebé y algunas dudas básicas que solventan los dermatólogos. Donde ahora se habla, y mucho, de esta parte del cuerpo es en el despacho de los cirujanos estéticos. «Un hombre que marca abdominales, la típica tableta de chocolate, y tiene un ombligo feo no luce igual. Lo mismo pasa con una chica: ya puede llevar un bikini precioso y tener un pecho bonito, que si el ombligo es feo se tendrá que poner un traje de baño», resume el doctor Ignacio F. Sanza, director de la Clínica Sanza de Barcelona.
Las onfaloplastias están a la orden del día. Es decir, pasar de un ombligo abultado a uno hacia dentro, reducirlo o ampliarlo, incluso enderezarlo si está torcido. También subirlo o bajarlo a gusto del consumidor. Unos retoques que, curiosamente, han calado entre los chicos jóvenes. Ellos son los que, detrás de las madres que buscan recuperar su figura tras el parto, más se atreven con la anestesia y el bisturí, además de pagar de 300 a 3.000 euros, cuando también se incluye en el paquete, junto con la mejora del ombligo, una liposucción, una sesión de láser para tensar la piel u otras operaciones estéticas.
Y, por supuesto, hay quienes optan también por ponerse un ombligo al no contar con esta cicatriz a causa de intervenciones prematuras -generalmente tras el parto- provocadas por hernias umbilicales o gastrosquisis. Una categoría en la que, además de Kurkova, se encuentra el propio Alfred Hitchcock.
Sin utilidad aparente
Pero no siempre el ombligo se ha podido enseñar tan fácilmente. En 1922 se implantó en Hollywood un código de pudor que prohibía a las actrices mostrar tan sensual huella vital delante de la cámara. Se consideraba «diábolico». Y todo porque esta cicatriz se consideraba un fetiche erótico: recordaba los genitales femeninos. El ombligo acumula historias y tradiciones en todas las culturas.
Los griegos, por ejemplo, lo consideraban el centro del cuerpo, aunque no se encuentra exactamente en él. «El ombligo, como las narices, las orejas, el pecho... todas están en su sitio, pero unas veces son más grandes o más pequeñas, se sitúan más arriba o más abajo», detalla el especialista.
Pero, ¿para qué sirve realmente el ombligo? Para nada... salvo para lucirlo. Simplemente es una cicatriz que nos recuerda la vinculación con nuestra madre, de ahí que el debate está abierto sobre si Adán y Eva lo tenían y si hay que ponérselo o no en los dibujos que se hacen sobre ellos. Aunque últimamente se está convirtiendo en una vía perfecta de entrada para operaciones con laparoscopia.
Además, ya tengamos un ombligo bonito o feo, todos atesoran una «jungla microscópica», como ironizan los investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. ¡Se han llegado a diferenciar casi 2.000 especies diferentes de bacterias y microorganismos en él! Como mínimo, el suyo tendrá unos 67. Pero ojo, sin estos microbios, el sistema inmunológico no funcionaría adecuadamente. O eso recalcan los especialistas, que recomiendan mantener una buena limpieza.
Si usted dedica solo cinco minutos a fijarse en los ombligos que estos días se enseñan, verá que los hay para todos los gustos. Eso sí, los cánones estéticos revelan que los menos atractivos son aquellos con forma de letra 'T', demasiado verticales o pequeños, sin olvidar los que sobresalen o los que ni siquiera se marcan, como el de Kurkova. Por eso a la modelo le retocaban la barriga en sus sesiones de fotos. Todo sea por alcanzar el cuerpo perfecto, y más cuando la top gana al año unos 2,2 millones de euros, según la revista 'Forbes'. Porque, por supuesto, existe la correspondiente lista de los ombligos famosos más sexys.
Rihanna encabeza la lista, seguida de Keira Knightley y Helen Mirren, quien a sus 68 años sigue fiel al bikini. Fuera del podio se ha quedado Madonna y eso que su cicatriz arrasa en Japón, donde se ha puesto de moda pasar por el quirófano para lucir un ombligo rasgado imitando al de la cantante. Eso sí, tras pagar unos 700 euros.
El ombligo centra muchas consultas médicas más allá de la visita al pediatra para los correspondientes cuidados del bebé y algunas dudas básicas que solventan los dermatólogos. Donde ahora se habla, y mucho, de esta parte del cuerpo es en el despacho de los cirujanos estéticos. «Un hombre que marca abdominales, la típica tableta de chocolate, y tiene un ombligo feo no luce igual. Lo mismo pasa con una chica: ya puede llevar un bikini precioso y tener un pecho bonito, que si el ombligo es feo se tendrá que poner un traje de baño», resume el doctor Ignacio F. Sanza, director de la Clínica Sanza de Barcelona.
Las onfaloplastias están a la orden del día. Es decir, pasar de un ombligo abultado a uno hacia dentro, reducirlo o ampliarlo, incluso enderezarlo si está torcido. También subirlo o bajarlo a gusto del consumidor. Unos retoques que, curiosamente, han calado entre los chicos jóvenes. Ellos son los que, detrás de las madres que buscan recuperar su figura tras el parto, más se atreven con la anestesia y el bisturí, además de pagar de 300 a 3.000 euros, cuando también se incluye en el paquete, junto con la mejora del ombligo, una liposucción, una sesión de láser para tensar la piel u otras operaciones estéticas.
Y, por supuesto, hay quienes optan también por ponerse un ombligo al no contar con esta cicatriz a causa de intervenciones prematuras -generalmente tras el parto- provocadas por hernias umbilicales o gastrosquisis. Una categoría en la que, además de Kurkova, se encuentra el propio Alfred Hitchcock.
Sin utilidad aparente
Pero no siempre el ombligo se ha podido enseñar tan fácilmente. En 1922 se implantó en Hollywood un código de pudor que prohibía a las actrices mostrar tan sensual huella vital delante de la cámara. Se consideraba «diábolico». Y todo porque esta cicatriz se consideraba un fetiche erótico: recordaba los genitales femeninos. El ombligo acumula historias y tradiciones en todas las culturas.
Los griegos, por ejemplo, lo consideraban el centro del cuerpo, aunque no se encuentra exactamente en él. «El ombligo, como las narices, las orejas, el pecho... todas están en su sitio, pero unas veces son más grandes o más pequeñas, se sitúan más arriba o más abajo», detalla el especialista.
Pero, ¿para qué sirve realmente el ombligo? Para nada... salvo para lucirlo. Simplemente es una cicatriz que nos recuerda la vinculación con nuestra madre, de ahí que el debate está abierto sobre si Adán y Eva lo tenían y si hay que ponérselo o no en los dibujos que se hacen sobre ellos. Aunque últimamente se está convirtiendo en una vía perfecta de entrada para operaciones con laparoscopia.
Además, ya tengamos un ombligo bonito o feo, todos atesoran una «jungla microscópica», como ironizan los investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. ¡Se han llegado a diferenciar casi 2.000 especies diferentes de bacterias y microorganismos en él! Como mínimo, el suyo tendrá unos 67. Pero ojo, sin estos microbios, el sistema inmunológico no funcionaría adecuadamente. O eso recalcan los especialistas, que recomiendan mantener una buena limpieza.
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