TÍTULO; Raúl Gómez: «Soy muy fan de la siesta»
El presentador se ha hecho un experto del regateo en 'Negocia como puedas', la propuesta de sobremesa de Cuatro
- ¿Qué tal se le da regatear?
- Mal aunque gracias a este programa estoy aprendiendo
mucho. Cuando acabe voy a salir siendo un regateador de primera, mejor
incluso que algunos políticos que tenemos.
- ¿El rival más duro es la siesta o la competencia?
- Venimos a luchar contra la siesta, queremos cambiar los
hábitos de los españoles. Yo soy muy fan del descanso después de comer
pero creo que la siesta debe empezar a las cinco de la tarde, es mucho
más beneficioso para el alma.
- Con Miguel Martín coincidió en 'Caiga quien caiga' (CQC). ¿Cómo fue el reencuentro?
- Muy bonito, hicimos una cena romántica con velas.
Hablamos de los buenos ratos que vivimos, la calle une mucho. Somos los
Starsky y Hutch de la televisión.
- Y su furgoneta es igual que la del 'Equipo A'.
- Es una cosa que yo exigí. Era una ilusión de la gente de
mi generación porque marcó nuestra infancia. Pero al abrir la puerta, en
vez de salir M.A. o Murdock, salimos Miguel o yo y tampoco golpeamos a
nadie ni nos evadimos de la ley.
- Pero raptan al concursante.
- Es un rapto consentido, pero si el programa no funciona
siempre podemos pedir dinero a sus familias. No, en serio, se divierten
mucho.
- ¿Le ha sorprendido alguno?
- Ya tengo incluso devoción por algunos que han sido
especiales. Los concursantes son, como decía Forrest Gump, una caja de
bombones en la que nunca sabes lo que te vas a encontrar.
- ¿Andamos bien de picardía?
- El español es genéticamente pícaro, somos listos. La
gente regatea muy bien, el concursante aquí sabe lo que tiene pero la
persona con la que regatea, no. Hay un tira y afloja muy interesante.
- ¿Qué político negociaría mejor en su programa?
- A algunos nunca los subiría en mi furgoneta de lo bien
que regatean (risas). Cualquier político lo haría muy bien, así que
vamos a evitarlos para que no nos arruine el programa.
- ¿Este concurso es más complicado de hacer que 'CQC'?
- Los programas de calle tienen su punto. 'CQC' fue una
época maravillosa y ponerse ese traje era un honor aunque no duramos
mucho, pero era más rápido de grabar que 'Negocia como puedas'. Aquí
llegamos a estar dos horas con cada concursante, es más complejo de
grabar.
- ¿Mira la audiencia?
- Si me diesen igual tendría una tara cerebral (risas). El día después del estreno lo primero que hice fue mirar los datos.
- 'Lo sabe, no lo sabe' también nació para ocupar un hueco de verano y lleva un año en antena.
- Es un claro ejemplo de un programa de verano que se queda
en antena como un símbolo de la cadena. Si continuamos sería un éxito
poder convivir con Juanra Bonet como una pareja de enamorados en la
parrilla de Cuatro.
- Podrían cambiarse los papeles.
- Estaría bien. Un día deberíamos cambiarnos los papeles
los de Mediaset. ¿Te imaginas a Jorge Javier presentado los informativos
o a Ana Rosa en 'Lo sabe no lo sabe'? Puede ser maravilloso.
Nada especial distingue la 'zona roja' del resto de
Shannon, una población de 5.000 habitantes cercana a Quebec, la capital
de Canadá. Circulando por la carretera, bordeada por hileras de árboles,
tras los que se asoman las casas de los vecinos, nadie puede decir que
tenga la sensación de estar jugándose el cuello.
La verdad es que el peligro se halla oculto: es un enemigo
silencioso que ha ido cobrándose centenares de vidas y que se oculta en
las cañerías. Se trata del tricloroetileno (TCE), un disolvente
probablemente cancerígeno -a falta de estudios concluyentes- empleado
por los fabricantes de munición para limpiar la grasa del metal, y que
fue utilizado durante cuarenta años en la base militar Valcartier,
situada en las afueras del pueblo.
Hasta entonces, Shannon tenía incluso cierta fama por la
calidad de su agua. Antes de que estallara el escándalo todo el mundo
bebía de sus propios pozos, y era frecuente que la gente de Quebec
acudiese hasta allí para llenar botellas y llevárselas a casa. Pero eso
era antes.
La voz de alarma
Claude Juneau, un médico de familia de la localidad, fue el
primero en dar la voz de alarma hace más de diez años. Preocupado por
el aumento de casos de cáncer en Shannon, se dedicó a efectuar un
registro de los datos, hasta quedar convencido de que algo raro estaba
pasando. Llegó a encontrar tres casos de cáncer de colon en una misma
casa en sujetos sin consanguinidad, y contó hasta veinte diagnósticos de
tumores cerebrales, un tipo de enfermedad que, estadísticamente, solo
desarrolla una persona entre 20.000.
Juneau relacionó enseguida el problema con el agua del
pueblo. Los vecinos que vivían cerca de la base acudían a su consulta
con la piel enrojecida tras darse una ducha, y eran habituales los casos
de trastornos digestivos provocados por su consumo.
En 1997, las autoridades sanitarias ya habían detectado
tricloroetileno en la red de suministro de agua de Shannon, pero la
investigación no fue más allá, a pesar de las quejas de algunos vecinos.
Tuvieron que ser ellos mismos quienes, en 2003, llevaran el caso a los
tribunales... sin mucha fortuna.
Las primeras vistas del juicio se retrasaron hasta 2011,
tiempo suficiente para que más afectados se sumaran a la demanda: hoy
son más de 3.000 las personas que reclaman una solución a un problema
que, aseguran, ha causado medio millar de casos de cáncer y 200 muertes.
Sin conexión
Quien no vio tan claro el nexo entre los vertidos y la
enfermedad fue el juez, que no llegó a encontrar esa relación de causa y
efecto. Pese a ello, y sorprendentemente, ordenó que los habitantes de
la 'zona roja' fueran indemnizados, aunque no por haber contraído el
mal, sino por los inconvenientes derivados de la interrupción del
suministro. Así, pretendió cerrar el asunto compensando a 300 vecinos
con 10.000 euros.
Los demandantes, que pedían 140 millones como reparación,
acogieron el fallo con indignación y lo recurrieron: el caso volverá a
verse el próximo año en el Tribunal de Apelación de Quebec. Para
ayudarle a tomar una decisión, dispondrá de los resultados de la
investigación que lleva a cabo un comité internacional de expertos y que
tendrá listas sus conclusiones este otoño.
Durante todo este tiempo, el Gobierno ha invertido 26
millones en la construcción de un acueducto que ya surte de agua al 70%
de la población. El resto, sigue utilizando sus propios pozos. En cuanto
a la base, el Departamento de Defensa está instalando una planta de
tratamiento, que entrará en funcionamiento en 2015, para evitar que los
vertidos se filtren al suelo.
En estas circunstancias, lo lógico sería que Shannon se
convirtiese poco a poco en un pueblo fantasma por la huida de sus
habitantes. Nada de eso: en los últimos años su población ha crecido un
30% por su proximidad con la capital, de la que se ha convertido en
suburbio. Eso sí, son 5.000 vecinos que solo beben agua embotellada.
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