Gestos
Un día duro. Sé lo que es eso, puedo asegurártelo. Bueno, cálmate. Ya estás aquí. Siéntate, descansa, relájate. Reposa los brazos sobre las piernas, deja las manos entreabiertas. Cuando quieras, cierra los ojos. Despacio.
¿Qué sientes? Vaya, cierto... respiras. Casi nunca nos damos cuenta del acto de la respiración, pero cuando cerramos los ojos es una de las primeras cosas que apreciamos. Respirar es como esas personas que nos quieren... a menudo olvidamos que están ahí, que siempre están ahí, y que sin ellas sería imposible sobrevivir. Ambas, tenlo por seguro, te acompañarán de por vida. Disfruta, y aprende, de ellas.
Sigamos.
Puede que, en algún momento, un cosquilleo recorra alguna parte de tu cuerpo. No le hagas caso, no intentes rascarte, sigue en reposo. Del mismo modo que ha aparecido, marchará. Puede compararse con esos malos recuerdos que nos visitan, a veces demasiado frecuentemente. De igual forma, si los ignoramos y no los dejamos dando vueltas por nuestras cabezas, al final desaparecerán.
Respira. Tranquilamente.
¿Te encuentras bien, verdad? Mantente así tanto tiempo como desees. Disfruta de la calma. No todos saben hacerlo.
Cuando quieras, abre los ojos. Lentamente. E inmediatamente después, sonríe. Sí, sonríe.
¿Recuerdas la primera vez que lo hiciste? Tampoco yo, pero por suerte es algo que, una vez aprendido, no se olvida con el tiempo.
Ha sido rápido, cierto. Pero... ¿te sientes mejor? Si es así, acuérdate de estos breves gestos cuando lo consideres necesario, practícalos, y no olvides lo más importante; cada vez que abras los ojos, sonríe. Porque es más fácil conseguir cualquier cosa con una sonrisa.
Vaya... veo que no me haces mucho caso... ya llevas siete sonrisas pendientes. Ocho. ¿Siempre parpadeas tan rápido?
No hay comentarios:
Publicar un comentario